APRENDIZAJES DIFERENTES
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jueves, 20 de abril de 2017
viernes, 7 de abril de 2017
ACORTAR EL AÑO ESCOLAR
ACORTAR EL AÑO ESCOLAR
LEÓN
TRAHTEMBERG*
Se habla de recuperar clases
como si fuera algo de valor auto evidente, con experiencia de aplicación
eficaz. Quizá no sea ni uno ni otro. Valdría la pena partir de preguntarse si
existe tal cosa como “recuperación de clases”. Se parte del supuesto que por
ejemplo si hay un syllabus de 10 temas o actividades que requieren 20 horas
para desarrollarse, si esas 20 horas no se dieron en las semanas pasadas
(“clases perdidas”) hay que darlas en las semanas siguientes para que esos 10
temas sean cubiertos, porque de no hacerlo se corta el acumulado de
aprendizajes previstos para los alumnos.
Me parece que es una noción
descontextualizada sobre lo que es la experiencia de vida. Esas 20 horas no
fueron “perdidas” sino que se dedicaron a otras cosas de importancia vital
sobre las cuales hay que meditar y sacar aprendizajes. No son días que se
pasaron en blanco. Fueron días llenos de experiencias. Y una vez más, la
escuela pretende ser indiferente a ellas.
Es como pretender que si una
persona tuvo un cáncer que lo inhabilitó para trabajar hasta tener una
operación y posterior quimioterapia, esos días se consideran “perdidos” porque
el paciente no fue a la oficina a trabajar y por lo tanto terminado el
tratamiento tiene que “recuperar horas” para que cuadre la tarjeta de
asistencia anual. ¿Es que no pasó nada con la vida de ese paciente durante los
días o semanas de tratamiento? ¿Es que no aprendió nada sobre la vida, la
familia, el dolor, la fragilidad humana, los temores a la muerte, las
posibilidades y limitaciones de la medicina y fisiología humana, los desgastes
económicos y psicológicos que produce la enfermedad? ¿Eso no deja huellas para
toda su vida? ¿Se puede asumir que eran días “en blanco”, vacíos, que hay que
recuperarlos (rellenarlos) porque es como si no hubieran existido? Eso solo
cabe si uno tiene una idea de escuela en el vacío, en la que la aritmética de
las horas de clases es más determinante que las experiencias de vida y que esta
suma de horas siempre será eficaz no importa cuándo o cómo se den ni qué
preocupaciones tengan alumnos y profesores en la mente.
En mi opinión, las “clases
perdidas” perdidas están, si es que se quiere usar la jerga aritmética, y lo
que hay que hacer es reprogramar el tiempo escolar anual restante rescatando
todas las vivencias de estos días para incorporarlas al currículo y las
actividades escolares en lo que sigue del año escolar. Pero, es el Ministerio
de Educación el que debe resolver qué se hace con la norma respecto al número
de horas de clases (que no deja de ser arbitrario dicho sea de paso) y cuáles
son las acciones exigibles y sancionables por Indecopi.
Por lo demás vale la pena
preguntarse ¿qué investigaciones documentadas respecto a las recuperaciones de
clases los sábados, domingos y vacaciones existentes en el pasado evidencian
que tuvieron alguna utilidad? ¿O fue más bien una búsqueda de cumplir con un
relleno aritmético sin ton ni son, improvisado, usando los sábados y vacaciones
para incomodar a alumnos y profesores, muchos de los cuales no asistían o
hacían cualquier cosa para cubrir las horas? Me pregunto si habría que plantear
el tema no desde la recuperación de clases sino desde el aprovechamiento de la
experiencia vivida (que no es lo mismo), y preguntarse si tiene sentido
"castigar" a profesores y alumnos de las zonas damnificadas
exigiéndoles más días escolares para "cubrir" las horas que no
asistieron por los problemas conocidos. Esos profesores y alumnos de Piura,
Trujillo, Chiclayo, Tumbes, ¿no hicieron nada en esos días y no tendrán aún una
enorme carga sobre sí una vez que se reinicien las clases?
En suma, pienso que hay que
acortar el año escolar y reprogramar los contenidos a trabajar poniendo un
fuerte énfasis en "recuperar" las experiencias vividas, procesarlas,
trabajar los sentimientos y experiencias vividas por los niños, y orientar los
contenidos de clases hacia entender los fenómenos de la naturaleza y cómo
prevenir los daños que pueden ocasionar, cuáles son sus efectos en la salud y
la vida, cómo apoyar a los damnificados, etc. Eso pasa por todas las áreas
curriculares y vale más que unas cuantas horas de clases tradicionales
"perdidas" que deben "recuperarse".
En efecto, próximos a iniciar
un nuevo año escolar, se nota un papel activo del Minedu en varios aspectos;
uno de ellos es el relacionado
Al margen
de cualquier posición, es necesario fortalecer la figura del director para que
adquiera un verdadero protagonismo y se convierta en líder pedagógico que la
educación necesita, siempre que se reviertan y modifiquen los enfoques y la
cultura organizacional, al igual que las normas como los procedimientos
administrativos. En esto tiene un papel decisivo el Minedu, pero la tarea no le
resulta fácil, debido a los diferentes intereses y prejuicios enraizados en las
prácticas organizativas de las instituciones educativas; por tanto, tiene
sentido, que se haya elaborado el Marco del Buen Desempeño del Directivo
(2014), donde se define el papel y la responsabilidad que el director debe
asumir para un impacto en la calidad de la enseñanza y aprendizajes de los
estudiantes, pues la calidad educativa depende de la calidad del trabajo
docente
A estas alturas de cambios continuos, podemos
decir que se está transitando de director a líder, pues el liderazgo pretendido
tiene que encarar nuevas mentalidades, actitudes y valores dentro de lo difícil
que es liderar en educación, a fin de superar la mediocridad que caracteriza a
la mayoría de instituciones educativas .Por muchas razones, el sistema requiere
directores-líderes, que generen mística en la organización lo cual pasa porque
cambien su estructura mental de jefe a líder, a fin de poder optimizar los
compromisos de gestión, donde la base pedagógica es sustancial para alcanzar la
revaloración de la función educativa en un esfuerzo conjunto basado en la
autonomía institucional.
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