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viernes, 7 de abril de 2017

ACORTAR EL AÑO ESCOLAR

ACORTAR EL AÑO ESCOLAR
LEÓN TRAHTEMBERG*
Se habla de recuperar clases como si fuera algo de valor auto evidente, con experiencia de aplicación eficaz. Quizá no sea ni uno ni otro. Valdría la pena partir de preguntarse si existe tal cosa como “recuperación de clases”. Se parte del supuesto que por ejemplo si hay un syllabus de 10 temas o actividades que requieren 20 horas para desarrollarse, si esas 20 horas no se dieron en las semanas pasadas (“clases perdidas”) hay que darlas en las semanas siguientes para que esos 10 temas sean cubiertos, porque de no hacerlo se corta el acumulado de aprendizajes previstos para los alumnos.
Me parece que es una noción descontextualizada sobre lo que es la experiencia de vida. Esas 20 horas no fueron “perdidas” sino que se dedicaron a otras cosas de importancia vital sobre las cuales hay que meditar y sacar aprendizajes. No son días que se pasaron en blanco. Fueron días llenos de experiencias. Y una vez más, la escuela pretende ser indiferente a ellas.
Es como pretender que si una persona tuvo un cáncer que lo inhabilitó para trabajar hasta tener una operación y posterior quimioterapia, esos días se consideran “perdidos” porque el paciente no fue a la oficina a trabajar y por lo tanto terminado el tratamiento tiene que “recuperar horas” para que cuadre la tarjeta de asistencia anual. ¿Es que no pasó nada con la vida de ese paciente durante los días o semanas de tratamiento? ¿Es que no aprendió nada sobre la vida, la familia, el dolor, la fragilidad humana, los temores a la muerte, las posibilidades y limitaciones de la medicina y fisiología humana, los desgastes económicos y psicológicos que produce la enfermedad? ¿Eso no deja huellas para toda su vida? ¿Se puede asumir que eran días “en blanco”, vacíos, que hay que recuperarlos (rellenarlos) porque es como si no hubieran existido? Eso solo cabe si uno tiene una idea de escuela en el vacío, en la que la aritmética de las horas de clases es más determinante que las experiencias de vida y que esta suma de horas siempre será eficaz no importa cuándo o cómo se den ni qué preocupaciones tengan alumnos y profesores en la mente.
En mi opinión, las “clases perdidas” perdidas están, si es que se quiere usar la jerga aritmética, y lo que hay que hacer es reprogramar el tiempo escolar anual restante rescatando todas las vivencias de estos días para incorporarlas al currículo y las actividades escolares en lo que sigue del año escolar. Pero, es el Ministerio de Educación el que debe resolver qué se hace con la norma respecto al número de horas de clases (que no deja de ser arbitrario dicho sea de paso) y cuáles son las acciones exigibles y sancionables por Indecopi.
Por lo demás vale la pena preguntarse ¿qué investigaciones documentadas respecto a las recuperaciones de clases los sábados, domingos y vacaciones existentes en el pasado evidencian que tuvieron alguna utilidad? ¿O fue más bien una búsqueda de cumplir con un relleno aritmético sin ton ni son, improvisado, usando los sábados y vacaciones para incomodar a alumnos y profesores, muchos de los cuales no asistían o hacían cualquier cosa para cubrir las horas? Me pregunto si habría que plantear el tema no desde la recuperación de clases sino desde el aprovechamiento de la experiencia vivida (que no es lo mismo), y preguntarse si tiene sentido "castigar" a profesores y alumnos de las zonas damnificadas exigiéndoles más días escolares para "cubrir" las horas que no asistieron por los problemas conocidos. Esos profesores y alumnos de Piura, Trujillo, Chiclayo, Tumbes, ¿no hicieron nada en esos días y no tendrán aún una enorme carga sobre sí una vez que se reinicien las clases?
En suma, pienso que hay que acortar el año escolar y reprogramar los contenidos a trabajar poniendo un fuerte énfasis en "recuperar" las experiencias vividas, procesarlas, trabajar los sentimientos y experiencias vividas por los niños, y orientar los contenidos de clases hacia entender los fenómenos de la naturaleza y cómo prevenir los daños que pueden ocasionar, cuáles son sus efectos en la salud y la vida, cómo apoyar a los damnificados, etc. Eso pasa por todas las áreas curriculares y vale más que unas cuantas horas de clases tradicionales "perdidas" que deben "recuperarse".
En efecto, próximos a iniciar un nuevo año escolar, se nota un papel activo del Minedu en varios aspectos; uno de ellos es el relacionado Al margen de cualquier posición, es necesario fortalecer la figura del director para que adquiera un verdadero protagonismo y se convierta en líder pedagógico que la educación necesita, siempre que se reviertan y modifiquen los enfoques y la cultura organizacional, al igual que las normas como los procedimientos administrativos. En esto tiene un papel decisivo el Minedu, pero la tarea no le resulta fácil, debido a los diferentes intereses y prejuicios enraizados en las prácticas organizativas de las instituciones educativas; por tanto, tiene sentido, que se haya elaborado el Marco del Buen Desempeño del Directivo (2014), donde se define el papel y la responsabilidad que el director debe asumir para un impacto en la calidad de la enseñanza y aprendizajes de los estudiantes, pues la calidad educativa depende de la calidad del trabajo docente

A estas alturas de cambios continuos, podemos decir que se está transitando de director a líder, pues el liderazgo pretendido tiene que encarar nuevas mentalidades, actitudes y valores dentro de lo difícil que es liderar en educación, a fin de superar la mediocridad que caracteriza a la mayoría de instituciones educativas .Por muchas razones, el sistema requiere directores-líderes, que generen mística en la organización lo cual pasa porque cambien su estructura mental de jefe a líder, a fin de poder optimizar los compromisos de gestión, donde la base pedagógica es sustancial para alcanzar la revaloración de la función educativa en un esfuerzo conjunto basado en la autonomía institucional.